"El día que volví a sentirme mamá"
Nunca imaginé que la llegada de mi bebé, ese momento que tanto esperé, estaría teñido de tanta tristeza. Me sentía desconectada, vacía, con una culpa que me comía por dentro porque no podía "disfrutar" a mi hijo como creí que lo haría. Todo el mundo me decía que era normal estar cansada, que ya se me pasaría, pero en realidad estaba viviendo una depresión posparto.
Los días pasaban y me sentía cada vez más lejos de mí misma. Me costaba salir de la cama, lloraba sin motivo, y me dolía no sentir esa “magia” que todos describen al tener a su bebé en brazos. Fue una asesora de lactancia quien, en una visita, me preguntó si había considerado portear.
Acepté casi sin pensar, buscando un poco de ayuda práctica para moverme por la casa. Pero lo que no esperaba era que ese acto tan simple —cargar a mi bebé cerca de mi pecho— se convirtiera en un puente para volver a conectar con él... y conmigo misma.
La primera vez que me lo até en la mochila, lloré. Lloré al sentir su respiración en mi cuello, al notar cómo se relajaba en mis brazos, al descubrir que me necesitaba así: simplemente presente. El porteo me devolvió la presencia. Me permitió abrazarlo incluso cuando me sentía rota. Me ayudó a regular mis emociones, a sostenernos mutuamente. Sentir su calor, su olor, y notar cómo su cuerpecito se acoplaba al mío fue como respirar de nuevo.
No fue mágico ni inmediato, pero fue real. Me ayudó en momentos en que no podía estar “activa” o "feliz", pero sí podía tenerlo cerca. No me curó la depresión, pero fue parte del camino. Una herramienta poderosa para sanar desde el contacto, desde el cuerpo.
Hoy puedo decir que portear fue más que una práctica de crianza. Fue un salvavidas emocional. Me reconectó con mi bebé y me ayudó a empezar a perdonarme, a entender que maternar también implica caídas y procesos lentos.
Si estás pasando por una etapa difícil, quiero que sepas que no estás sola. Buscar ayuda es un acto de amor. Y a veces, algo tan sencillo como llevar a tu bebé cerquita puede ayudarte a sentirte, otra vez, un poco más tú.
Laura Zepeda